La vocación de enseñar no la tiene cualquiera. La habilidad para transmitir el conocimiento de una forma que el alumno quiera saber más, tampoco. Sin desmerecer el trabajo de los profesores, que es una tarea ardua, cabe recalcar que la mayor responsabilidad a la hora de que los niños y niñas quieran aprender, está en manos del maestro.
Inculcar en los pequeños una serie de valores a través del conocimiento que es obligado aprender, no es tarea fácil. Los primeros años de colegio pueden ser una diversión o convertirse en una tortura. Si tienes un buen maestro, será lo primero.
Afortunadamente, la gran mayoría de estos docentes, son excelentes profesionales con una clara vocación: enseñar a aprender. Los docentes de Preparador de oposición de primaria, han tenido a bien matizarnos las diferencias entre profesor y maestro.
Para demostrar su valía, tanto unos como otros, tienen que prepararse a conciencia. Pasar una oposición y una vez que son maestros oficialmente, demostrar día a día, sus capacidades. Ser maestro es ser capaz de transmitir, empatizar, enseñar y por supuesto, aprender. Aprender para enseñar.
En esto reside la gran habilidad que debe poseer cualquier persona que quiera dedicarse a la enseñanza de los más pequeños. Compaginar ese aprendizaje continuo sobre cómo atraer la atención de los alumnos y enseñarles a aprender. Estos dos factores, van de la mano.
En la guardería, los pequeños socializan, juegan, aprenden a relacionarse. Es la parte divertida y más sencilla. Captar la atención de los preescolares es más fácil que mantener su atención para imbuirles conocimiento.
Educación infantil, grado en maestría
La desaparecida diplomatura en magisterio ha sido convertida en un grado en educación primaria. Durante cuatro años, la persona que elige ser maestro, se prepara a conciencia para saber llegar a los niños. Empatía, valores, hacerles pensar sin que se frustren y un poquito de todo que les convierte en aprendices de todo y maestros de nada.
A diferencia de un profesor, el maestro tiene que conocer todas las materias que tiene que impartir a los pequeños durante los primeros años escolares. Desde matemáticas hasta ciencias sociales. Tanto conocimiento les eleva a esa categoría.
No por tener conocimientos más variados, es mejor que un profesor. Cada etapa de la formación requiere de un tipo de enseñanza en particular. Siendo de esta manera, durante los primeros años, los niños absorben la información más rápido y de forma más difusa.
Por esta razón entre otras, la figura del maestro es fundamental. Una sola persona que no solo les enseña, también les guía por el camino, les acompaña. Alguien a quien pueden acudir con cualquier duda y que está siempre en el aula.
Los maestros conocen a sus alumnos tanto como los alumnos conocen a su maestro. Esa empatía ayuda a saber las necesidades concretas de cada alumno y poder homogeneizar el nivel de cada clase.
Dadas las características de esta profesión, los maestros pueden seguir formándose en educación primaria, especializándose en una de las siete menciones que existen en la actualidad. Con ello pueden ampliar su abanico de conocimientos y enseñar otras asignaturas más concretas. De ahí, encontramos maestros de educación especial, inglés, música o educación física.
El momento del maestro
Cuando los niños y niñas cumplen seis años de edad, es el momento de escolarizarlos para iniciar su educación y formación académica. Durante los seis años siguientes, su formación será diversa y variada. Seguirán un plan de estudios aprobado por el estado y adquirirán los conocimientos convenientes a su edad.
Esos primeros años de vida escolar son primordiales para el desarrollo personal y académico de cada uno de los alumnos. Es la etapa en la que los maestros forman parte de la vida de esos niños. En su mano está formarles, moldearles sin que dejen de ser ellos mismos.
Quien más y quien menos, recuerda a algún maestro que tuvo durante su infancia. Esa persona clave que le dió motivos y razones para querer aprender. Esa figura que imponía respeto sin temor y pasaba de la formalidad de una clase de matemáticas a la diversión de una de plástica.
El maestro está contigo desde que entras en el aula a primerísima hora de la mañana, hasta que sales por la tarde. Igual te da lecciones de ortografía que te cuenta historias sobre el origen de la humanidad. Todo ello de forma amena y creativa.
Cuando pasan los años, te haces mayor y echas la vista atrás, siempre acude a ti la imagen de aquel maestro o maestra que te enseñó. Te enseñó a leer y descubrió tu pasión por la lectura. Te enseñó a escribir y consiguió que redactaras un cuento. O te enseño las reglas matemáticas y podías sumar o dividir.